La Ética y su utilidad práctica

«Si uno mete la cabeza en la boca de un león, no puede lamentarse si un buen día el león se la come».

                     «La mina perdida». Agatha Christie [1]

¡Qué difícil es tomar decisiones! Ni modo de pedir un consejo porque es bien sabido que si los consejos sirvieran de algo, nadie los daría gratis.

En 1991 Fernando Savater publicó, en 189 páginas, un libro muy interesante que ha sido traducido a muchos idiomas y que es texto obligado para la iniciación en Filosofía en escuelas de secundaria porque la «Ética para Amador»[2] es un libro a la vez profundo y sencillo. Pues bien, Savater parte de la premisa de que los seres humanos buscamos de manera natural nuestra propia felicidad, y la Ética, que define como el arte de vivir, nos ayuda a realizar ese ideal, para lo cual contamos con varias herramientas: la primera es la libertad, somos libres para encontrar el camino de la felicidad, pero como las cosas no son tan sencillas, como consecuencia de la libertad, tenemos la segunda herramienta que es la responsabilidad porque no podemos ser felices de cualquier manera, somos seres sociales y nuestra búsqueda de la felicidad tiene que pasar por los otros seres humanos porque nuestra libertad debe poder coexistir con la libertad de los demás, y si ello no es así, también tenemos como tercera herramienta la conciencia, que nos va a recriminar el mal uso que hagamos de esa libertad y los posibles daños que les hagamos a los otros.

Savater dice que hay saberes o conocimientos muy buenos pero no vitales, es bueno saber Física o Química, pero si no las sabemos no pasa nada, podemos seguir vivos y ser felices, pero hay otros saberes que son necesarios y vitales para seguir vivos, por ejemplo, una persona tiene que saber que si toma un veneno lo más seguro es que muera o enferme seriamente. A esta categoría pertenece el arte de vivir, que como cualquier arte, tiene reglas que  es necesario y vital conocer porque mediante su cumplimiento, logramos «darnos la buena vida» y encontrar la felicidad.

Lo más valioso que nos enseña Savater es que algunas cosas que hacemos buscando ser felices son buenas y nos hacen felices, y otras son malas y no nos dan felicidad, y la regla para juzgar la bondad o la maldad de lo que hacemos es bien sencilla, son malas aquellas que malogran nuestra vida, nuestra salud, nuestro buen nombre, nuestras posesiones o nuestra posibilidad de ser felices. Por ejemplo, hay quien cree ser feliz haciendo daño, pues eso no es bueno porque esa persona puede terminar muy mal, en la cárcel o muerta. Éste es un ejemplo obvio porque no creo que exista alguien, medianamente cuerdo, que diga que hacer daño es cosa buena para ser feliz. Pero hay otras cosas que no son tan evidentes, por ejemplo, hay quien es feliz fumando, pues ocurre que en épocas pasadas no era tan evidente la maldad de tal placer, pero en este momento de la investigación científica se sabe que la nicotina no sólo es adictiva sino que puede producirnos cáncer y matarnos.

Tanto Fernando Savater en la «Ética para Amador», como el Dalai Lama en «El arte de la felicidad»[3] nos dicen que no se puede confundir la felicidad con los placeres. Mientras la felicidad es alegría de vivir, pura y simple, hay que analizar los placeres, porque algunos son buenos y contribuyen a darnos alegría y por ende felicidad, pero otros son malos y nos estropean no sólo la felicidad sino la vida misma, y también hay otros que, en principio, no son ni buenos ni malos, pero pueden ser buenos en determinados casos y bajo ciertas condiciones, y malos si no se dan esas condiciones, y un ejemplo de estos últimos es el sexo, porque si no se cumplen ciertos requisitos puede llegar a estropearnos la vida y la salud y dar al traste con nuestro deseo de felicidad.

Finalmente, Savater dice que quien no domina esas reglas del arte de vivir es un «imbécil moral», y cita como ejemplos al ciudadano Kane de Orson Wells, Ricardo III de William Shakespeare o el emperador romano Calígula, personajes ricos y poderosos pero que no fueron felices y terminaron muy mal. Todos hemos conocido casos de imbéciles morales que nos desconciertan con sus actuaciones, tal vez no sepamos qué se debió hacer en tal o cual caso, pero por los resultados hay que concluir en que equivocaron el camino y estropearon sus posibilidades de felicidad.

De los que Savater llama saberes vitales, unos son científicos, y otros provienen de la experiencia y son la llamada «sabiduría popular», algunos son de tipo general y son aplicables a todo el mundo, otros benefician a los hombres, y algunos más, a las mujeres. Se me ocurre un ejemplo para ilustrar esos saberes científicos: según escuché en «Redes»[4], en el episodio que titularon «El cerebro masculino»[5], resulta que, según estudios hechos, se sabe que tanto los cerebros masculinos como los femeninos son igualmente inteligentes, pero mientras el motor del cerebro femenino es la empatía, el de los hombres tiene tres motores: sexo, posesiones y jerarquía. ¿Por qué, entonces, contrariando esos hallazgos científicos, romántica o estúpidamente, algunas mujeres creemos que el cerebro masculino tiene como principal motor la empatía, y que esa empatía da origen a una bondad hacia nosotras si, las noticias que oímos diariamente dicen lo contrario?

Y hay más saberes vitales que tienen que ver con el sexo, saberes que nos dicen que existen «enfermedades de transmisión sexual», curables unas, incurables y mortales otras; que quienes están contagiados son portadores y enfermos unos, y otros simplemente portadores; que el condón no es la panacea; que nunca hemos oído de una vacuna contra algunas de tales enfermedades que si, en algunos casos, no nos van a matar como el herpes tipo 2, sí nos van a enfermar y por ende a estorbar nuestro deseo de ser felices, o como en el caso del SIDA[6], que muy seguramente nos va a matar, y mientras eso ocurre, nos va a hacer la vida miserable. Así que, tener cualquier clase de sexo con una persona portadora de alguna enfermedad de transmisión sexual, es como la costumbre de los domadores de circo de meter la cabeza en la boca de un león, o la de jugar a la «ruleta rusa» con una pistola cargada, más tarde o más temprano, van a terminar muertos o al menos malogrando seriamente sus posibilidades de felicidad.

Otro de esos saberes tiene que ver con el factor «delincuencia». La historia y la estadística les ha ido enseñando a las mujeres que muchos hombres son «malos», porque son más los hombres convictos de delitos y que están o han estado en la cárcel, que las mujeres en las mismas condiciones. En Colombia, por ejemplo, de cada cien delincuentes en las cárceles, 93 son hombres y 7 son mujeres.

Por supuesto que es muy difícil decir si una persona es buena o mala, para ello tenemos que analizar y comparar si no todos, al menos algunos de sus comportamientos para concluir que, efectivamente, esa persona es buena o mala. Pero sin necesidad de hacer análisis tan profundos, las estadísticas nos brindan alguna luz para darle a cada persona, una segunda mirada escrutadora, y esa mirada escrutadora pasa por hacer un examen médico con énfasis en enfermedades de trasmisión sexual; un examen del crédito; y, un estudio del pasado judicial. Por supuesto que esas recomendaciones van para hombres y mujeres pero, ¿será que unos y otras aceptan someterse a esos análisis? Para el estudio del crédito, no se necesita autorización porque los registros son públicos, y en cuanto al examen médico… si uno de los motores del cerebro masculino es el sexo, ellos harán lo que sea para obtenerlo, hasta someterse a un examen.

Y así como hay saberes y conceptos de la sabiduría popular que les dicen a las mujeres algunas cosas acerca de los hombres, también hay saberes que les dicen a los hombres que la mayoría de las mujeres no les hacen daño a nadie, que les temen a los hombres, que se saben víctimas, que en caso de una situación dañina, mejor que enfrentar un problema, se van. Así que para ellos la vida es más fácil que para las mujeres. Claro que a veces, la conciencia trata de recriminar, pero si la mujer que resulta dañada es mayor de edad, nadie va a condenar al «victimario», y la conciencia puede estar tranquila, a menos que se trate de un asesinato, y si lo logran atrapar, eso ya es otro cuento, pero parece que los hombres que matan a su pareja o expareja nunca habían matado antes.

Como no podemos saber todo lo divino y lo humano acerca del arte de vivir, lo menos que podemos hacer frente a cosas, personas o situaciones extraordinariamente buenas, es dudar, porque DE ESO TAN BUENO, NO DAN TANTO.

[1] Agatha Christie (1890-1976). Escritora inglesa especializada en el género policiaco.

[2] «Ética para Amador». Editorial Ariel, S.A., Barcelona, España, 1991.

[3] Dalai Lama con Howard C. Cutler, M.D. «El arte de la felicidad». Editorial Grijalbo Mondadori, Barcelona, España, 2000.

[4] «Redes» es un programa de divulgación científica de Televisión Española.

[5] El 24 de abril de 2011 Eduard Punset entrevistó a la neurobióloga Louann Brizendine quien  habló acerca de estudios hechos al  cerebro masculino.

[6] Lydia Cacho escribió una obra acerca del SIDA que tituló «Amor por ti daría yo la vida», obra que fue reeditada por Plaza y Janés bajo el título «Muérdele el corazón».